Este ritmo de vida frenético que llevamos, la cantidad de información que recibimos cada día, siempre tan ocupados en mejorar nuestro nivel de vida, tener más cosas, estar mejor preparados, ser más competitivos...
Ojalá se pudiera parar el tiempo, tomar un break, limpiar la mente de todo lo que sobra y sólo quedarnos con lo que de verdad es importante para vivir felices y en paz.
Creo que parar el tiempo no va a ser posible.
Aquí os dejo este cuento que nos recuerda que siempre tenemos que tener presentes las cosas que de verdad son importantes en nuestra vida.
Una pobre mujer, con su hijo pequeño en brazos, pasaba delante de una caverna, cuando escuchó una voz misteriosa que desde dentro le decía:
Una pobre mujer, con su hijo pequeño en brazos, pasaba delante de una caverna, cuando escuchó una voz misteriosa que desde dentro le decía:
"Entra
y toma todo lo que quieras, pero no te olvides de lo principal.
Una vez que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo más importante...”
La mujer entró toda temblorosa en la caverna y encontró allí oro y diamantes. Entonces, fascinada por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a recoger, ansiosamente, todo lo que cabía en su delantal.
De pronto, la voz misteriosa habló nuevamente:
"Te quedan sólo cinco minutos".
La mujer, afanada, continuaba recogiendo lo más que podía. Al fin, cargada de oro y de piedras preciosas, corrió y llegó presurosa a la entrada de la cueva justo cuando la puerta ya se estaba cerrando. En menos de un segundo se cerró.
Y en ese instante se acordó de que su hijo se había quedado dentro. ¡La cueva ya estaba sellada para siempre!
El gozo de la riqueza desapareció enseguida y la angustia y la desesperación le hicieron llorar amargamente.
Una vez que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo más importante...”
La mujer entró toda temblorosa en la caverna y encontró allí oro y diamantes. Entonces, fascinada por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a recoger, ansiosamente, todo lo que cabía en su delantal.
De pronto, la voz misteriosa habló nuevamente:
"Te quedan sólo cinco minutos".
La mujer, afanada, continuaba recogiendo lo más que podía. Al fin, cargada de oro y de piedras preciosas, corrió y llegó presurosa a la entrada de la cueva justo cuando la puerta ya se estaba cerrando. En menos de un segundo se cerró.
Y en ese instante se acordó de que su hijo se había quedado dentro. ¡La cueva ya estaba sellada para siempre!
El gozo de la riqueza desapareció enseguida y la angustia y la desesperación le hicieron llorar amargamente.