jueves, 22 de diciembre de 2016

El tiempo de Felicidad



Érase un viajero, un viajero de la vida, de los que a mí me gustan, que llegó a un lejano país desconocido.





Sus habitantes eran muy peculiares, eran diferentes a todos los que había conocido en sus muchos viajes a lo largo y ancho del mundo: 
eran felices.




Se querían, se ayudaban, pasaban tiempo juntos unos con otros trabajando en armonía, compartiendo vivencias, cantando, divirtiéndose... 
Las sonrisas brotaban espontaneas en sus caras.






El viajero decidió quedarse por un tiempo en aquel país para aprender el secreto de su felicidad.





Pero, pocos días después de su llegada, pasó al lado del cementerio que estaba cercano al pueblo. Le pareció un lugar tan acogedor y grato, que entró.





Comenzó a leer las leyendas de las piedras y su sonrisa se borró. 
Junto al nombre de cada persona se escribía su edad: Juan, vivió 8 años y 10 meses. María, vivió 10 años. Pedro, vivió 5 años, 4 meses y 20 días. Arturo, vivió 15 años, 2 meses, 5 días y 10 horas.



El viajero se quedó consternado. Todas las piedras eran de niños y jóvenes. El que más edad tenía cuando murió era 20 años. 



Comenzó a preguntarse cómo podían estar felices los habitantes de aquel país cuando tenían tantos niños y jóvenes fallecidos.



Volvió a reunirse entristecido con sus nuevos amigos y ellos, observando la tristeza en su rostro, le preguntaron por su estado de ánimo. 




Les dijo que estaba muy triste porque había visto en el cementerio todos los niños que habían muerto. 
Les pidió una explicación.



Uno de ellos le resolvió su duda. En aquel país, todas las personas, desde que comenzaban a tener uso de razón, iban anotando su tiempo de felicidad: las horas y días que vivían felices de verdad. 




Cuando morían, 
en su tumba escribían su tiempo de felicidad. 
Para ellos, ese había sido realmente su tiempo de vida.

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Adaptación del relato "El Buscador",
incluido en la obra "Historias para reflexionar"
de Jorge Bucay, 1949 - Actualidad,
terapeuta gestáltico, psicodramaturgo y escritor argentino. 

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¡¡Feliz Navidad!!

martes, 6 de diciembre de 2016

Elijo alegría

En un lejano templo tibetano, los discípulos estaban extrañados porque comprobaban cada día que su maestro siempre estaba contento y satisfecho.


Entonces le preguntaron: 
- Maestro, 
¿cómo logras sentirte siempre tan dichoso y satisfecho?
El maestro repuso:
- Amigos míos, no hay nada misterioso en ello, os lo aseguro. 
Cada mañana, al despertar, me pregunto a mí mismo:  
"¿Qué elijo hoy? ¿Alegría o tristeza?"
Y siempre elijo alegría.

Cuento budista

viernes, 11 de noviembre de 2016

Como agua estancada

El hombre cuya opinión nunca varía
es semejante al agua estancada
y engendra reptiles en su mente. 

William Blake, poeta, pintor y grabador inglés, 1757 - 1827



viernes, 14 de octubre de 2016

Esos deseos incontrolables


El deseo es una de las energías más potentes que mueven el mundo. Indudablemente, junto con el amor y la pasión, el deseo es una de las fuerzas que más nos mantiene vivos. 

A veces, el deseo de algo o de alguien es tan vehemente que no podemos controlarlo y somos capaces de las más insospechadas hazañas, de las más inusitadas idioteces y, en fatídicas ocasiones, de las más atroces barbaridades. 
Veámoslo.


Nuestro deseo desprecia y abandona lo que tenemos para correr detrás de lo que no tenemos. 
(M. E. de Montaigne)


No desear nada es no vivir. (Paul Géraldy)

Lo mucho se vuelve poco con sólo desear otro poco más. 
(Francisco de Quevedo)

Sólo es inmensamente rico aquel que sabe limitar sus deseos. 
(Voltaire)

El que se alimenta de deseos reprimidos, finalmente se pudre. (William Blake)





El deseo vence al miedo. 
(Mateo Alemán)




¡Oh, qué aprisa piensa un vehemente deseo que no hay más que lo que piensa! (Pedro Calderón de la Barca)




Ten fe ciega, no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. (Horacio Quiroga)








El deseo adquiere sentido cuando soy capaz de transformarlo en una acción. (Jorge Bucay)




A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear. (Marcel Proust)





Haz todo lo necesario para conseguir tu más ardiente deseo, y acabarás lográndolo. 
(L.W. Beethoven)

sábado, 24 de septiembre de 2016

¡Vive la vida!




Deja ya de pensar en la vida y resuélvete a vivirla. 
(Paulo Coelho)




Es necesario comprometerse. Una vez que lo hagas, la vida te dará algunas respuestas. (Les Brown)

Lo menos frecuente de este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo. (Oscar Wilde)


Volví a sentir unas inmensas ganas de vivir cuando descubrí que el sentido de mi vida era el que yo le quisiera dar. 
(Paulo Coelho)


Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero, aprovechar el momento adecuado, es la clave de la vida. (Arthur Schnitzler)

La vida es realmente sencilla, pero insistimos en hacerla difícil. (Confucio)

Los desafíos hacen la vida interesante y superarlos hace la vida significativa. (Joshua J. Marine)



Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear, 
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.
Descansar, es empezar a morir. 
(Gregorio Marañón)


A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y, de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante. 
(Óscar Wilde)


Aquel que tiene un por qué para vivir, se puede enfrentar a todos los cómos. (Friedrich Nietzsche)

sábado, 20 de agosto de 2016

¡No te rindas!



No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, 
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas, que la vida es eso,
continuar el viaje, perseguir tus sueños, 
destrabar el tiempo, correr los escombros,
y destapar el cielo.

No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero,
porque existe el vino y el amor, es cierto, 
porque no hay heridas que no cure el tiempo.


Abrir las puertas, quitar los cerrojos, 
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar un canto, 
bajar la guardia y extender las manos, 
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos. 


No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.

Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás solo, porque yo te quiero.

Poesía de autor desconocido, 
falsamente atribuida a Mario Benedetti, 
escritor, poeta y dramaturgo uruguayo, 1920 - 2009.   


lunes, 1 de agosto de 2016

Hay tres caminos

Hay tres caminos que llevan a la sabiduría:
La imitación, el más sencillo;
La reflexión, el más noble;
Y la experiencia, el más amargo. 

Confucio, pensador chino, 551 a. C. - 479 a. C. 

viernes, 3 de junio de 2016

Con estos detalles creen conocerle


A los mayores les gustan las cifras. 
Cuando se les habla de un nuevo amigo,
jamás preguntan sobre lo esencial del mismo.
Nunca se les ocurre preguntar:
"¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere?
¿Le gusta coleccionar mariposas?"
Pero, en cambio, preguntan:
"¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? 
¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?"  
Solamente con estos detalles creen conocerle.

Antoine de Saint Exupéry, 1900 - 1944, 
escritor y aviador francés, 
autor de la famosa obra "El Principito"


lunes, 30 de mayo de 2016

Un secreto para vivir feliz

Hay un secreto para vivir feliz con la persona amada:
no pretender modificarla.

Dante Alighieri, poeta italiano, 1265 - 1321. 



lunes, 16 de mayo de 2016

No se puede dar marcha atrás

Aprendí que no se puede dar marcha atrás, 
que la esencia de la vida es ir hacia adelante.
La vida, en realidad, es una calle de sentido único. 


Agatha Christie, escritora británica, 1890 - 1976,
especializada en el género policial.

martes, 10 de mayo de 2016

Si la vida te defrauda...


Si la vida te defrauda,
¡no te aflijas, no te enojes!
Acepta hoy sus dolores:
ya vendrá alegre mañana. 

Es futuro el corazón.
¿Estás hoy en desdicha?
Todo pasa, todo pasó;
lo que fue, será alegría. 

Aleksandr S. Pushkin, poeta, dramaturgo y novelista ruso,
fundador de la literatura rusa moderna, 1799 - 1837

miércoles, 4 de mayo de 2016

Las cosas como son

No vemos las cosas como son: 
las vemos como nosotros somos. 


Anaïs Nin, escritora nacionalizada estadounidense,
1903 - 1977

lunes, 25 de abril de 2016

No todos pueden verla

Cada cosa tiene su belleza,
pero no todos pueden verla.


Confucio, pensador chino, 551 a.C. - 479 a. C. 

jueves, 21 de abril de 2016

En eso te convertirás

Todo es mente.
Lo que pienses, en eso te convertirás.


Buda, Sidarta Gautama, siglo III - IV a.C. aprox.,
asceta y sabio nepalí - hindú, 
fundador del budismo

viernes, 15 de abril de 2016

El actor más grande del mundo

Hay que tener fe en uno mismo.
Ahí reside el secreto.
Aun cuando estaba en el orfanato y recorría las calles
buscando qué comer para vivir, 
me consideraba el actor más grande del mundo.
Sin la absoluta confianza en sí mismo,
uno está destinado al fracaso. 



Charles Chaplin "Charlot", actor, humorista, compositor, 
productor, guionista, director y escritor británico, 
1889 - 1977   


lunes, 4 de abril de 2016

El anillo del maestro

- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.



Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? 
¿Qué puedo  hacer para que me valoren más?




El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- Cuánto lo siento, muchacho, no puedo ayudarte. Debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... 






Y, haciendo una pausa, agregó: 
- Claro que, si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y, después, tal vez te pueda ayudar.







- E... encantado, maestro. 
-Titubeó el joven-. 
Pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas. 



- Bien, asintió el maestro. 
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique y,  dándoselo al muchacho, agregó:

- Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. 



El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara. 



Sólo un anciano fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. 



En el afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. 


Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. 
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener esa moneda de oro! 
Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. 

Entró en la habitación.
- Maestro, -dijo- lo siento. No se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera obtener dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.




- Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. 



Vuelve a montar y vete al joyero. 
¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. 

El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

- Muchacho, dile al maestro que, si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

- ¡58 MONEDAS DE ORO! 
Exclamó el joven.
- Sí. -replicó el joyero- Yo sé que, con tiempo, podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero, si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate. - Dijo el maestro después de escucharlo -.
Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única y, como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. 
¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? 

Y, diciendo ésto, 
el maestro volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique.


Cuento Zen