Cuentos
En una isla vivían en armonía el Amor, la Tristeza, y todos los demás sentimientos. Un día, en uno de esos momentos que la naturaleza parece estar de malas, el Amor se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.
Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran ayudándoles a subir a sus barcos para ponerse a salvo.
Con la ayuda del Amor, todos tomaron sus barcos y subieron a una montaña bien alta, donde podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen peligro.
Solo el Amor no se apresuró, el Amor nunca se apresura. Él quería quedarse un poquito más en su isla. Cuando se estaba casi ahogando, el Amor se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó: ¡Auxilio!
La Riqueza, oyendo su grito, respondió que no podría llevarlo ya que todo el oro y la plata que cargaba pesaban mucho y temía que su barco se hundiera.
Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, pues el Amor se había ensuciado ayudando a los otros y ella, la Vanidad, no soportaba la suciedad.
Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie.
Pasó también la Alegría pero, tan alegre estaba, que no oyó la súplica del Amor.
Sin esperanza, el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a menguar.
Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El viejecito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos.
Recuperándose, el Amor le preguntó a la Sabiduría quién era el viejito que le ayudó, a lo que esta respondió: "El Tiempo".
El Amor cuestionó : "¿Por qué solo el Tiempo pudo traerme aquí?". La Sabiduría entonces respondió:
"Porque sólo el Tiempo puede ayudar al Amor a llegar a los lugares más difíciles".
Cuento oriental